EL
SISTEMA PENITENCIARIO DE HOLANDA
El descenso de la delincuencia en
Holanda es una buena noticia, excepto para los funcionarios de prisiones, que
temen perder su puesto. Por eso la Secretaria de Estado del Ministerio de
Justicia, Nebahat Albayrak, ha anunciado una serie de medidas para solucionar
los problemas laborales que trae consigo el cierre de 8 prisiones.
El excedente de celdas se debe
también al descenso de la delincuencia en los Países Bajos habrá que reciclar
los edificios para otro fin y evitar que el personal empleado en estas
instituciones penitenciarias vaya al paro. De momento se han ofrecido 500
celdas en Tilburg al gobierno belga, al que le faltan cárceles y que envía
delincuentes a casa por falta de espacio en las prisiones.
El actual sistema penitenciario
holandés dispone de 14.000 celdas, de las que sobran 2.000. El problema del
excedente de celdas tiene su “prehistoria”. En los años 70 creció la
criminalidad en el país, por lo que de 1985 al 1995 se dobló el número de
celdas y aún no eran suficientes.
En 1989 se introdujo un cambio en
el Código Penal por el que el juez podía imponer como sanción un número de
horas de trabajo en servicio de la comunidad, en vez de la pena de prisión. Por
ejemplo, 240 horas de servicio en lugar de 6 meses de cárcel. Estas nuevas
sanciones no se pusieron en práctica hasta 1997, y el número de encarcelados
con pena de más de 6 meses bajó de 23.500 a 18.000.
Las protestas que habían surgido
en décadas anteriores sobre la desproporción entre delito y pena y las críticas
sobre lo inhumanos que resultaban los castigos también aceleraron el cambio de
sanciones.
Sus defensores argumentaban que
los trabajos a favor de la sociedad favorecerían la reinserción social del
trasgresor, no se le estigmatizaba como criminal por la pérdida de libertad y,
en el caso de jóvenes, se involucraba a los padres en el seguimiento de la
evolución de la conducta del delincuente.
Y, en efecto, se demostró que el
tanto por ciento de reincidentes entre los que habían sido condenados a
trabajos sociales era un 20% inferior al de los que habían estado en prisión.
También hay argumentos económicos
que abogan a favor de sistema. Un delincuente castigado a trabajos sociales
sigue con su empleo y realiza las tareas en tiempo libre, su trabajo genera algún
bien a la sociedad, mientras que un preso cuesta al Estado 100.000 euros por
año.
Según apunta el Ministerio
Fiscal, el excedente de celdas se debe también al descenso de la delincuencia
en los Países Bajos. Aunque los políticos de partidos de la derecha atribuyen
este descenso a que los jueces imponen penas menos severas en delitos como
atracos con violencia, crimen, homicidio y delitos relacionados con drogas.
Esto último ha originado
discusiones en la Segunda Cámara. Los partidos de la oposición, Liberales VVD y
Populistas, PVV, han pedido un debate sobre la situación. El Ministro de
Justicia, Enrst Hirsch Ballin, democristiano, ha tenido que enviar una carta a
los diputados puntualizando qué tipo de faltas se pueden sancionar con trabajos
sociales y qué delitos son suficientemente graves como para merecer prisión.
Algunos
rasgos destacables del sistema penitenciario: cierre de prisiones. Bélgica ha
tenido precedentes de hacinamiento, aunque actualmente está en situación de
infraocupación con 14.000 plazas aproximadamente, de las que están vacías 2.000
de ellas. De ahí que se haya llegado a adoptar soluciones como alquilar dichos
centros a otros países. El centro penitenciario de Tilburg se utiliza en la
actualidad para los reclusos belgas y supone unos ingresos cercanos a 30
millones de euros al año a razón de 5.000 €/mes por celda. En paralelo, se ha
planteado la necesidad de reducir drásticamente el tamaño de la plantilla del
personal al servicio de Instituciones Penitenciarias. Entre los factores que se
indican como la causa de esta baja ocupación, está el uso y extensión de los
sistemas de vigilancia electrónica. Holanda es uno de los primeros países que
junto a Gran Bretaña y Suecia importaron de forma temprana la experiencia
estadounidense del régimen de vigilancia electrónica. En el país se recurre a
este sistema con las penas entre 6 meses y un año, aunque también se posibilita
la suspensión de la pena y excarcelación anticipada en determinados supuestos
(Iglesias y Pérez 2006:1081 y ss.). A finales de los ochenta se realizaron
ciertos planteamientos, aunque desató la polémica por la disyuntiva entre los
posibles efectos perniciosos de la vigilancia electrónica por la posible
“intromisión de la esfera privada de las personas”. A mediados de los noventa
se retomó la iniciativa favorecida por los argumentos de reducción del coste
del sistema penitenciario y tras una experiencia piloto positiva se extendió a
todo el país en 1997 (González Blanqué 2008:25 y 26). Las cárceles holandesas
se quedan sin presos El gobierno del país se plantea cerrar ocho centros
penitenciarios ante la falta de criminales Las cuentas son claras: Holanda
posee una infraestructura penitenciaria para acoger a catorce mil presos pero
el número actual es de doce mil, y esto, en una nación de clara mentalidad
centroeuropea, es sinónimo de despilfarro de recursos. Así pues, tras
diferentes intentos para reajustar la situación, como el alquiler de cárceles a
sus vecinos belgas, la ministra de justicia Nebahat Albayrak anunció hace unas semanas
que se cerrarán ocho cárceles de todo el país, lo cual puede suponer la pérdida
de unos mil doscientos puestos de trabajo. Entre las razones del déficit de
reos en los Países Bajos, se encuentran fundamentalmente la legalización de las
drogas, así como un idílico modelo de respeto e igualdad social que ha
contribuido a disminuir los índices de criminalidad. No hay nada mejor que una
comparación para entenderlo: Holanda cuenta con una población de unos 16,6
millones de habitantes, de los cuales, solo 12.000 son prisioneros; California,
sin embargo, con casi el doble de población (36,7 millones), tiene 171.000
prisioneros (casi quince veces más), gran parte de ellos en la cárcel por fumar
o vender marihuana. Precisamente, y en el lado contrario, este es el argumento
que esbozan muchos detractores de la medida en Holanda, que prefieren llenar
las cárceles de jóvenes, antes que tenerlos en las calles. La polémica está
servida.
El ejemplo
holandés
René van Swaaningen, profesor de Criminología Comparada
en la Universidad
Erasmus de Rotterdam,
nos cuenta cómo Holanda fue hace tiempo una utopía en lo que se refiere al sistema penal
y penitenciario. Desde principios de los años 50 hasta la mitad de los años 80
se hablaba de la excepcionalidad del país,
ya que consiguió reducir la población penitenciaria hasta niveles ínfimos y se
impusieron los valores resocializadores como en ningún otro lugar, convirtiendo
en realidad el principio de que la prisión debe utilizarse como "último
recurso" en
el sistema penal.
Brocco Lee(flickr)
Antigua
cárcel de Carabanchel.
Sin embargo, a
partir de los años 80 se dio una aproximación nueva a la política penal , en la
que la prisión "pasó de tener una misión relacionada con el bienestar
social y la resocialización a convertirse en un bastión de la
defensa social", acercándose a los principios de la 'cultura del control'
que definió David Garland.
El resultado de este cambio de paradigma es que se pasó en Holanda de una media
de 30 presos por cada 100.000 habitantes en 1985 (la tasa europea más baja) a
una media de 120 presos por cada 100.000 habitantes en 2005.
Al igual que en
España, ese cambio de tendencia no tuvo una correspondencia real con las cifras
de criminalidad, que si bien crecieron durante los años 80, se estabilizaron
claramente a partir de la década siguiente. "La enorme expansión de las
prisiones podría verse como un resultado inevitable del incremento de los
crímenes en Holanda, pero no es así porque su desarrollo es estable desde
hace 15 años", comenta René van Swaaningen.
Las causas de ese
incremento de presos que cita el profesor holandés nos recuerdan mucho a lo que
se vive actualmente en la realidad penitenciaria española, y responden más a un
nuevo clima de opinión y de abordar el fenómeno de la criminalidad:
una aproximación más emotiva hacia el fenómeno del crimen por parte de los
medios de comunicación y los políticos, elendurecimiento de las penas, la
priorización de estrategias propias del mercado para abordar la delincuencia y
el régimen penitenciario, una vuelta al discurso de la incapacitación de los
delincuentes, un olvido de los principios
resocializadores y
de las causas sociales de la delincuencia, la adquisición de un tono moralista,
la inflación del término 'violencia'...
¿Reconoces estos
síntomas? Y es que este clima también se ha dejado ver en España y se ha
traducido en una serie de decisiones que, a partir de la adopción del Código
Penal de 1995, provocaron un aumento desmesurado de la
población penitenciaria. Por ejemplo, como consecuencia del marco penológico
creado por el nuevo texto legal, el tiempo medio de estancia en prisión casi se duplicó, al pasar de 9.7 meses
en 1996 a 16.7 meses en 2004, según los datos del Consejo de Europa.
Impresionante información, gracias por compartirla
ResponderEliminarmuy buen artículo muchas gracias por compartirlo con nosotros.
ResponderEliminarsaludos desde México!